lunes, 20 de febrero de 2023

Peña Rueda "fail"

 Llevamos una temporada de elecciones no demasiado acertadas, en cuanto a condiciones para la práctica del skimo se refiere. La de este sábado ha sido con creces la más sui géneris en lo que va de año, pero déjate, que aún queda invierno por delante. 

Las noticias que llegaban de la Peña Rueda eran optimistas tan solo siete días atrás: buena y abundante nieve con prestosas esquiadas. Sin embargo esa semana habíamos tenido un día tras otro de anticiclón y rozando los 20 ºC en la costa, así que fue una decisión de "ahora o nunca", porque quizás no fuera a nevar mucho más... Por otro lado, el porteo por el bosque, según decían, es inevitable; con playeros o botas de esquí, a gusto del porteador. 

Con las cartas sobre la mesa, ya contábamos con nuestra hora larga de caminar con los esquís en la mochila. Salimos cuatro desde L.lindes, una pequeña aldea del conceyo asturiano de Quirós; dos de nosotros en camiseta de manga corta, y los cuatro con botas de plástico, porque era o todos o ninguno. A los 10 minutos ya estaba sudando a la gota gorda, mucho barro y pocas nueces, mezclado con la nieve residual. Estábamos mentalizados y subimos con la moral alta, sorteando las ramas que se empeñaban en agarrar nuestros esquís y rodeando los árboles caídos que nos cortaban el paso. Al salir del bosque fuimos a parar a una cabaña flanqueada por dos vigías aletargados, a pesar del clima veraniego que se respiraba. Caminábamos con la esperanza de que la nieve continua nos honraría en cualquier momento, pero la ocasión se hizo de rogar. Una, dos y hasta tres horas estuvimos paseando todo el aparataje en la mochila. La última hora completa nos dio para probar la adherencia de las botas sobre la roca caliza y por los senderos, tal cual se encuentran en temporada estival. Elegimos este camino sobre un track preparado, pensando que ahorraríamos tiempo frente a foquear por nieve discontinua y tremendamente húmeda.



No había quejas, habíamos asumido nuestra incertidumbre con deportividad y solo esperábamos y ya vislumbrábamos las primeras palas de nieve. Manu, mientras tanto, intentaba amenizar la comitiva con preguntas sobre nuestro "de todo" favorito, sin olvidarse del organismo unicelular más predilecto para cada uno de nosotros.







Y por fin aparecieron las primeras huellas de subida con esquís. Fue tal el regocijo que olvidamos del GPS y fuimos directos al Cuchillar, así llamado por la apariencia de este choque de vertientes.

 La pendiente empieza suave y se va volviendo mucho más pronunciada al enfilar la artista, con una nieve "papa" considerable. Mi miedo iba in crescendo a cada movimiento de mis pies. En cambio mis compañeros iban bufando del esfuerzo y el calor, y yo no alcanzaba a entender qué importaba eso con la vertiginosa pendiente que nos miraba desde abajo. "¡Está en tu cabeza!" -decía Pablín. Yo miraba con incredulidad cómo sus tablas resbalaban por la inclinación al intentar progresar, pero la confianza de mis tres compañeros seguía intacta. Me coloqué las cuchillas y, pocos metros después, cambié los esquís por los crampones para asumir la pendiente de frente, lo que va mucho mejor para mis oleadas de pánico que subir en travesía viendo el panorama de reojo. Nos pusimos de meta un alti-poco-plano, para desde ahí empezar a descender y conectar con el track olvidado. A 100 metros de la cima, teniendo en cuenta la hora que era, las malas condiciones de la nieve y la decadencia física del grupo, decidimos dejarla para mejor ocasión.




Trazamos una diagonal para llegar a un collado y bajar, al fin, por donde debíamos. La primera pala nos dejó girar bonito. Las siguientes laderas resultaron una amalgama de nieve pegañosa que alternaba con otra más dura, dejando asomar piedras y cotoyas. Acabamos racaneando derrapajes por neveros escarpados para reducir tiempo de porteo. Todavía nos quedaba volver por el bosque.



 A pesar de la inmundicia y la dureza de la actividad fue una jornada memorable, sobre la que seguramente no cantarán los bardos, pero de la que me alegra haber salido sin mayores percances. Disfruté del esfuerzo, de seguir y salir del miedo, del bosque encantado, de los parajes y de los lugares recónditos, como el genuino bar-escuela que nos brindó lo justo para aflojar las piernas y calentar el llombu al calor de su chimenea de leña. 

El multiverso del skimo. 



sábado, 12 de febrero de 2022

Picu Laverde dende l'estación d'esquí Fuentes D'Inviernu



Durante las últimas semanas vimos un goteo de personas acercándose a las laderas de Laverde. La escasez de nieve no daba muchas más opciones y su nombre empezó a tomar forma de intenciones. Es de los pocos montes de la cordillera astur que han mantenido manto continuo tras casi dos meses de escasas precipitaciones. 

Quisimos ir la semana anterior saliendo de Cebolledo, San Isidro, pero las dudas sobre lo que tardaríamos y un contratiempo nos hicieron dejarlo para otra ocasión.
Una semana después, decidimos salir de la estación de Fuentes de Invierno, ascendiendo por la pista verde hasta llegar a su parte alta, donde linda con su vecina leonesa. Personalmente me pareció más pesado que desde San Isidro, entre otras cosas por el rodeo que se da al ir por las pistas menos inclinadas. La escasez de nieve nos hizo formar una procesión que nos obligaba a desfilar de a uno por la orilla de las pistas. Así dispuestos pretendíamos molestar lo menos posible a los esquiadores de la estación,  a la par que sorteábamos los vaivenes rasantes de las moto-nieves, que parecían ver con malos ojos nuestra actividad hormiguera. Tampoco era fácil ignorar a los skimo más curtidos con su ritmo imperioso pisándonos los talones. No quedé a gusto hasta que nos adelantaron la mayoría. Entre uno y otro, esta primera parte no fue lo que una imagina cuando piensa en desconectar y disfrutar de la tranquilidad montuna, pero es lo que tiene someterse a la dictadura del anticiclón. En el collado, quitamos las pieles. La nieve, que suele estar dura en esa vertiente, estaba húmeda y bajamos sin problemas pero sin tirar cohetes. A continuación tocó progresar por una pista que tomamos desde el parking donde muere la carretera de Vegarada. Quitamos un par de veces los esquís por la falta de nieve, pero es un tramo de llaneo cómodo si no fuera por esa molestia. El ascenso se hizo algo pesado en algún tramo, ya que la humedad de la nieve dificultaba el foqueo exigiendo hacerlo más técnico. La inclinación aumenta llegando al collado final, entre Laverde y Laverdina, pero llegamos sin material adicional a pesar de que las pieles iban al límite de sus posibilidades hidrófugas.




El último tramo a cumbre lo franqueamos sin esquís y sin nieve, con algo de barro y piedra suelta que no tiene mayor dificultad, salvando los movimientos ortopédicos que confieren las botas. Ya en la cima encontramos unos nidos de ametralladoras que bien nos hicieron las veces de vivac para el bocadillo.


Nos deleitamos con un descenso magnífico, rápido y demasiado corto, asombrándonos de la esquiabilidad de la nieve dado su aspecto acuático.



La vuelta por la pista vuelve a requerir pieles frente al riesgo de desintegrarnos remando. Poco a poco deshacemos el camino con esfuerzo y constancia, y con más de un ¡buff! y varios ¡boff!


La última bajada por la estación no defrauda y vuelve a ofrecer lo peor del recorrido con una nieve escasa y húmeda, maltratada por cientos de tablas durante toda la jornada. 


*Es una actividad asequible, bonita y de baja exposición, que nos llevó 6 horas a ritmo tranquilo, desde que salimos del parking hasta llegar al coche: https://es.wikiloc.com/rutas-esqui-de-montana/picu-laverde-dende-l-estacion-de-fuentes-dinviernu-95301692


domingo, 6 de febrero de 2022

Picu Roldán desde Cebolledo


Tres semanas. Tres semanas sin sacar las tablas a pasear. Los esquís pobremente bautizados días atrás sobre un Toneo pegajoso y desagradecido, excesivamente primaveral. Sin embargo la gente seguía llenando las RRSS de actividades de esquí montañero, mientras nosotros mirabámos escépticos los neveros y las calvas que tapizaban la Cordillera. La clave suele estar en los kilómetros en coche y en los porteos caminando que uno esté dispuesto a hacer, pero también en observar por donde suben las hormiguitas. 

Afortunadamente dos días antes cayeron unos centímetros de nieve fresca aunque muy localizada, por lo que el plan era subir a un monte en particular donde sabíamos que se podía hacer algo más curioso. Al parecer su aproximación es más cómoda por León entrando desde Vegarada, y en cambio más largo por estación desde Asturias; nos decantamos por lo segundo. 
Nos acercamos hasta Cebolledo por aquello de salir desde mayor altitud y salvar algo de desnivel. Comenzamos a remontar orientando nuestros pasos hacia una pista negra. Una vez allí, Mario divisa a un hombre que parece estar en apuros ya que lleva un rato echado el la pendiente casi a la altura del collado. A voces me parece entender que está bloqueado y que no es capaz de quitar las pieles para bajar; se encuentra asegurado al piolet. Nos ponemos en modo rescate y nos calzamos los crampones en una transición que pareció una eternidad, dado que no era el mejor sitio para hacerlo. Cuando estamos llegando para ver qué podemos hacer por el compañero, aparecen los pisteros contactados por el 112 y anuncian que está todo controlado. Seguimos ya los últimos metros con lo puesto por no liar más la cuestión, con la decepción de quien cree haber arriesgado su integridad para acometer una gesta del todo innecesaria.

Como buenos domingueros hacemos una parada de reflexión en la cafetería, con un Master of Puppets de fondo destripado por un desafortunado ritmillo reguetonero. Se nos ha echado el tiempo encima y rondan las 13 del mediodía; hace "calor" y no sabemos cuanto nos llevará ir hasta Laverde. Mientras me zampo un puñado de donetes, y Mario su mortadela, nos quedamos prendados de la pala que tenemos enfrente con tan solo un par de huellas de descenso por una de sus vertientes. Según el IGN se trata de El Roldán, y está bastante más próximo que nuestro primer objetivo. Ni cortos ni, ya, perezosos nos calzamos las tablas y empezamos la subida por la ladera Este del monte. A medio camino, diviso no sin cierta incredulidad al señor rescatado un rato antes, que va foqueando en solitario a una distancia prudencial. Sin hacer amago de intercambiar palabra, decide no hacer los últimos metros hasta la cumbre, vaya usted a saber si por miedo o por vergüenza.





Tras poner todo en su posición y algo más de ropa empieza lo mejor. Buscamos un paso por las cotoyas para llegar a la zona más virgen de la ladera que divisamos desde abajo. La sensación es algo extraña por diferente: una buena capa de nieve polvo con base dura y yo domando los esquís, un tanto más anchos que los viejos. Es nuevo para mí flotar sin acabar encarrilando bajo la nieve. Habrá que seguir experimentando :)



martes, 9 de julio de 2019

Travesía Pirenaica (II)

El sábado amanece y lo vemos claro. Hace una temperatura agradable para mangas largas y no hay rastro de amenaza de las lluvias pronosticadas. Desayunamos unas ricas tostas con aguacate y jamón, y un café para sacarnos las ojeras.




Echamos a andar en una hilera continua de senderistas, pero nos quedamos solos en cuanto enfilamos nuestro camino. Comenzamos a ganar altura sin dificultad por unos senderos rojizos que surcan los praderíos. A lo lejos nos observan algunas reses con expresión rumiante e indiferentes a nuestros pasos bien encarrilados. Empezamos a avistar los primeros neveros de nieve blanda; al principio con poca pendiente y sin dificultad técnica. La huella, blanco-terrosa, está bien marcada y atravesamos con facilidad. Nunca me han gustado las travesías, así que me hago con dos piedras puntiagudas para tener algo que clavar en caso de resbalón, aunque más bien como amuleto. En ese momento me acuerdo del maldito piolet y de los crampones que quedaron en la furgo, a media jornada de camino.

Paco avanza campechano, ajeno a mis cavilaciones de autorrescate, surcando neveros y pedreras sin ninguna dificultad y dejando entrever sus años de rodaje por el monte. A medida que nos acercamos al paso la pendiente aumenta, ellos acceden por la pedrera y yo bordeando la nieve algo más asentada que las piedras. Cruzamos, ahora sí, un nevero con peor caída pero con un trazo marcado que deja entrever la tierra. A partir de ese punto comienza una breve trepada de IIº o IIIº por una canal  de roca descompuesta de aspecto pizarroso, asequible y poco expuesta en las condiciones que la encontramos; protegida por un cable en su margen izquierda, bien justificado en invierno.





Una vez superado ese desnivel, miramos de reojo el Pico Tebarray que no presenta complicaciones técnicas por la normal, aunque sin demasiado atractivo "personal" comparado con sus vecinos: Garmo Blanco, Marmoleras, los Infiernos y otros tantos. Sin duda lo compensa con sus vistas en cualquier dirección. Esta vez nos conformamos con lo hecho y guardamos fuerzas para lo que nos queda por delante. Aprovechamos para descansar y mordisqueamos algo de pollo rescatado del túnel que cruza el bocadillo del día anterior.

Paso de Tebarray

Rodeamos el Ibón de Tebarray, que presume de sus aguas todavía enmarcadas  por un anillo de hielo blando, mientras disfrutamos perdiendo la mirada por sus horizontes.


Nueva parada reflexiva en el Cuello de los Infiernos, desde luego es para pensárselo. Un reguero de montañeros asciende  y se dispersa a medida que se acercan a la cima. Yo lo tengo claro: no llevamos material  y no se sube. Paco renuncia no sin cierta congoja y Cris tampoco se lo plantea. - Más tarde supimos que al día siguiente un montañero bien equipado, resbaló por una de las canales descendiendo de la cima. En paz descanse.

Cuello de los Infiernos

Aún nos queda nieve por cruzar hasta los siguienes ibones. Está bastante blanda y húmeda, y se transforma con facilidad bajo nuesto peso, pero hay algo de pendiente y posibilidad de patinar, así que atravesamos con la mayor cautela posible, culo arriba, cuerpo a tierra y piedra pinchuda en mano. Así llegamos a las praderas de los ibones azules, un lugar idóneo para otro tentempié, oler, ver, sentir y ser con todo aquello.  ¡Buff!


Reemprendemos la marcha dejando atrás a los campistas que hicieran noche a las orillas del ibón de Bachimaña; para entonces vamos cortos de agua y no alcanzamos la primera fuente hasta el refugio que lleva el nombre de estos lagos. 

El último tramo hasta Panticosa se hace largo y demasiado concurrido. Descendemos entre pinares y rocas de granito, donde las aguas de las nieves cimeras se abren camino y brotan por cualquier rincón. Caminamos con el ansia de quien espera llegar y siempre encuentra otra curva, árboles, más rocas,... de pronto se dejan ver las instalaciones del balneario; una última bajada antes de despedirnos de Huesca: Madrid, Lleida, León. Volveremos.


*Agradecimientos: Por las fotos de Paco y de Cris, y por su inestimable compañía en este viaje.

Travesía pirenaica (I)




Esta actividad surge de las ganas de reencuentro familiar y de pisar la montaña pirenaica que por estas fechas me quedan más a mano.Toma forma en un plan que se presenta como apacible y disfrutón, tras apearnos de la aspiración inicial y más elaborada, en preparativos y  técnica, de subir al Balaitus.

La ruta elegida, consiste en dos días de camino, con salida desde el embalse de La Sarra (Sallent de Gállego) y destino...cientos de pasos más allá.
Campernoctamos cerca de la Fuente de los Tres Caños, al arrullo del río y custodiados por un par de vías de escalada deportiva con aspecto de centinelas curiosos, discretamente desubicados ante semejante trajín de coches y caminantes.
Sin mucho madrugón y con excesiva calma, desayunamos, preparamos, olvido cosas en el coche y venga vuelve y re-vuelve a buscar esto y lo otro. Eso sí, el piolet lo dejamos a conciencia, bien colocadito entre el pedal del embrague y el del freno. De los crampones ni hablamos, no parecen necesarios para pisa-praos... Estamos a finales de julio y no vemos más que pizcas de nieve en los montañones que nos rodean.
La primera jornada promete tranquilidad y domingueo de viernes: 2.30 horas rezan todas las indicaciones, desde nuestra ubicación al refugio de RespOmUso - o Respumoso para muchos-. Unas 100 fotos, una naranja y un puñado de kikos después llegamos a nuestro destino. Como no podemos hacer uso de los camastros hasta las 3 pm, dormitamos a la fresca, sobre la rejilla cuadriculada de la terraza y contra la baranda, pero protegidos de la brisa pirenaica y abrigados por un manto de sol que nos invita a dar cabezadas.






Llegan las tres del mediodía y estamos listos para acercarnos a los Ibones de Arriel. 1.25 h. promete la señalización, así que calculamos que de las dos horas no bajamos. Los neveros que rodean los primeros ibones son de obligado traspaso si queremos seguir avanzando.1, 40 nos lleva alcanzar el Ibón intermedio. Oleadas de mosquitos tapizan rocas y neveros, y forman nubes haciendo muy difícil coger una bocanada de aire sin tragar un puñado de las minúsculas criaturas. Densos nubarrones amenazan desde hace horas, y un suave granizo y algo de lluvia se deja caer sobre nuestras cabezas.
Si es por Paco y por su inseparable paraguas,  seguiríamos hasta el Ibón Alto, pero las nubes cada vez más negras y nuestras ganas de descanso y cena dictan la media vuelta.



El fresco de la tarde, ya sin sol, nos empuja adentro del refugio. Pasamos el resto de la jornada hasta la cena estudiando el recorrido del día siguiente. Tanteamos a excursionistas y refugieros para saber si será factible cruzar el paso de Tebarray sin material invernal. Entre unos y otros acordamos que el terreno nos dirá si darnos o no la vuelta ya que además el parte meteorológico pinta tormentoso, lluvioso y granizoso. Afuera, las montañas preparan su descanso repletas de neveros con los que no contamos, y van quedando ocultas minuto a minuto bajo las nubes y el ocaso.
Ocupados en estas cabilaciones, me fijo que los rasgos de la pareja que atiende la cocina no son de este lado del meridiano y sin embargo me resultan familiares. Banderas de oración budhistas rezan al viento muy cerca del refugio, y me animo a preguntarles. La pareja, natural de Nepal, nos cuenta que trabajaron en los trekkings del Himalaya, él empezó como porteador y continuaron llevando negocios relacionados con el turismo. A la hora de la cena, recuerdo con añoranza los bocados nepalies mientras mareo las albóndigas sobrantes de un lado a otro del plato.


domingo, 10 de abril de 2016

Primavera furgonetera

Llegan las vacaciones de Primavera y me arranco con mi pequeño Ibiza hasta Francia, para encontrarme con dos buenos amigos que viajan en su California. Nuestra primera parada es la estación de esquí Luz-Ardiden. Llego a las 2 pm y engullo un pincho mientras me enfundo mi outfit de esquí y me encuentro con María y Manu. Las horas de coche me dejan anquilosada y salgo eufórica del telesilla. On fireeeeeee!!


Pont D'Espagne, Cirque du Gaube, Midi Pyrénées 

Nos despertamos en nuestro rincón atechado "furgo perfecto", cerca de Cauterets. Sólo tenemos el mapa y la guía de zonas colindantes a la nuestra, por lo que decidimos probar suerte en Pont D'Espagne. Resulta ser un lugar fascinante que, siendo Semana Santa, encontramos repleto de grupos de turistas en raquetas y de esquiadores de fondo. Llegamos en coche hasta un parking de pago desde el que se puede coger un teleférico, ir a pie por un camino específico (con raquetas o esquís en invierno) o acceder a una pista de esquí de fondo. Lamentablemente está prohibida la entrada a perros en ciertos períodos (recomendable consultar las restricciones) y Teo se queda en la furgoneta.

El recorrido transita por un bonito pinar con senderos de granito; las rocas exhiben formas exuberantes talladas al capricho de los hielos. Subidas, bajadas escalones y riachuelos nos obligan a quitarnos los esquís y llevarlos de la mano una y otra vez, hasta que llegamos al lago Gaube, la joya de este pequeño recorrido. Rodeamos el lago mirando de soslayo las pendientes, muchas de las cuales ya han descargado parte de su peso en forma de nieve y tierra. También es posible atravesar el lago, pero este año no ha hecho demasiado frío y algunos excursionistas nos desaconsejan hacerlo. 

Lago de Gaube
Roca  de granito erosionada
Aunque es un lugar muy recomendable para conocer, las zonas de valle que recorrimos son muy poco aptas para el esquí de travesía, salvo que hubiera la nieve necesaria para cubrir por completo los caminos y arroyos que lo surcan. En cambio los collados y los picos del Vignemale tienen buenas travesías, pero hay que asegurarse de que el riesgo de avalanchas sea mínimo. En nuestro caso la lluvia y el aspecto de las pendientes a medio caer (riesgo 3 de aludes) nos dieron la vuelta.

Cauterets, Midi Pyrénées

La improvisación mañanera nos devuelve al esquí de pista y aterrizamos en CauteretsEn un primer momento intentamos acceder por carretera y llegamos al parking de Le Coubert. Allí hay un teleférico, pero no funciona por los estragos de una avalancha. Aunque vemos factible foquear desde allí, nos dicen que está prohibido hacer travesía en la estación y sus alrededores -¡Malditos!-, así que volvemos al pueblo y cogemos un teleférico para acceder a ella. Toca día de esquí follonero con un aire mucho más limpio de lo habitual, gracias a la ausencia de parking. El paisaje que nos envuelve es extraordinariamente alpino y las pistas anchas y  bien trazadas; las bajadas me saben deliciosas. 


Travesía al Pic Des Tentes, Gavarnie, Midi Pyrénées

Un día estupendo para ponerle las pieles a los esquís, sopla viento sur en el aparcamiento, pero la estación de Gavarnie, que ya terminó la temporada este año, protege nuestro recorrido. Es la primera travesía de Nacho, a sus 10 añicos, y la segunda de su hermano de 13. A duras penas encontramos unas botas que le valgan en el alquiler y tiene que cogerlas una talla grandes, sale eufórico de la tienda con su equipo anunciando que le queda como anillo al dedo. Empezamos la marcha con paradas y tomas de contacto, pero cuando empezamos a coger pendiente Nachete toma la delantera y nos abre huella a siete adultos, un niño y un perro. ¡Qué tiemblen las montañas: llegan las nuevas generaciones!

Ascendemos poniendo todos nuestros sentidos en el estado de las placas que nos rodean, algunas se ven resquebrajadas bajo un fino paño de nieve fresca. Teo está desatado y exultante; nos vemos obligados a llamarlo al orden para que no se precipite pendiente abajo con tanto entusiasmo. Sus cuatro patas y su corta estatura parecen ventajosas en ese terreno, y acaba por doblar al resto del grupo con sus carreras. Hacemos cima sin incidentes y descendemos por la pendiente opuesta disfrutando de una nieve formidable; un poco a tientas, eso sí, porque no tenemos claro si las formas del relieve van o vienen.
Subiendo hacia Pic Des Tentes

Cima de Des Tentes


Regresamos al aparcamiento donde asaltamos las reservas de chocolate y damos buena cuenta del bocata de chorizo, que la ventolera de la cima Des Testes no nos había dejado catar. Por último cambiamos las botas de esquí por los playeros, y la ropa térmica por el atuendo furgonetero. ¡Estamos listos para volver a casa!? 



Peña Rueda "fail"

 Llevamos una temporada de elecciones no demasiado acertadas, en cuanto a condiciones para la práctica del skimo se refiere. La de este sába...